miércoles, 5 de enero de 2011

UN DISCURSO MATRIMONIAL ESCONDIDO


TI LIBANA NUCAACHI´LU
UN DISCURSO MATRIMONIAL ESCONDIDO
Autor: Víctor de la Cruz
Carteles Editores.
13x16.5 cm.  24 pp.
Edición de 200 ejemplares.


Brevísimo folleto que encierra años de búsqueda de su autor tras este sermón o discurso que, en medio de rituales ya apenas preservados dentro de los pueblos zapotecos o binnigulaza´a del Istmo de Tehuantepec, se dice y se escucha con total reverencia al celebrarse el matrimonio entre una pareja de enamorados.

Los antiguos sacerdotes acostumbraban bendecir la unión de una pareja con estas palabras, que fueron guardadas por xuanas en su prodigiosa memoria. Ellos escogían al discípulo al que transmitirían oralmente estos versos, o sentencias, o votos, y así llegó a nuestros días, viajando en el veliz de la memoria, pues ni se escribían ni se grababan. 

Habiendo escuchado Víctor de la Cruz de la cansada voz de un trovador de cantina estos versos y estrofas de intrigante significado, un día se le ocurrió buscar el Discurso allí donde jamás hubiera imaginado siquiera que estaría guardada.

Dejaré que lo cuente el poeta con sus propias palabras líneas más abajo, pero antes permíteme ciberlector hacer un rodeo.

Víctor me había llamado por teléfono hace muchos meses. Me cuestionó –para empezar– que si yo era un editor de a de veras o uno chafa. Supusimos ambos, para poder salvar el escollo, que no, chafa no... Entonces me dijo que tenía una propuesta que hacerme. Se trataba de un rescate lingüístico de suma trascendencia para su propia cultura: había hallado la piedra filosofal de la felicidad. 
No de toda la felicidad, sino solamente de aquella que nos inunda cuando somos jóvenes y –muñecos de trapo del amor– aceptamos el matrimonio con la amada, quien además de bella es joven, risueña y nunca dice que no.
Pedí mayores detalles. Un editor de a de veras no cae fácilmente a la primera promesa de amor... editorial. Bueno, pues Víctor soltó la noticia: tenía ya estudiado y resuelto el Sermón o Discurso matrimonial que se le había escondido no a él, sino a todos los zaes, a todos los zapotecas contemporáneos.
Acepté, me dejó en libertad de elegirlo. Tenía que ser un folleto de bolsillo para que los nuevos xuanas pudieran cargarlo sin dificultad por las planicies del Istmo, rociando bendiciones a las parejas que así se lo solicitasen. Escogí el color de portada: plata. Víctor dijo que no, que en su tierra el color más importante, el color nupcial es el rojo, el rojo de la sangre de la mujer virgen, el que indica su pureza y como tal la buena piedra para fincar familia, sociedad y cultura. Por supuesto entendí las razones. Enseguida pusimos algunos ornamentos para darle solera al texto, usando las cursivas para los textos en zapoteco. La edición es modesta pero práctica y deseamos que prodigue todo tipo de bendiciones, nupciales y de las otras, a quienes quieran arrodillarse para escucharlas.

Una vez terminada la edición, se la obsequié al poeta y él, en reciprocidad, nos invitó a Martha Vila y a mí a comer a su casa. Cosa rarísima que un poeta invite a comer... También invitó a comer a otro hablante nativo del zapoteco, escritor y poeta Manuel Matus Manzo. Tras cancelar otro compromiso concretamos la cita y llegamos a su casa, donde su cocinera, una chica mixe, nos había preparado un menú popular en el Istmo: Bizaadxima o Frijol "chima", o sea de Chimalapas; huachinango a la veracruzana 
–según la versión alegre de las istmeñas–, cuajada y totopos de maíz fresco. Nunca había comido esa sopa Bisaadxima, pero es una suerte de caldo muy espeso, con suficiente epazote, lo que le da un perfume de cocina popular, muy familiar. Su color es pardo, pues el frijol negro ha sido comprado hecho polvo, como un pinole. Lleva también huevo cocido y freído tiernamente, despedazado, que hace que el paladar encuentre de pronto texturas aterciopeladas de sabores contrastados. Muy étnico y muy señorial a la vez. 

Víctor estaba de buen humor para festejar su edición del escurridizo Discurso, tánto que destapó una botella de champaña y luego otra más, con lo que rociamos el frijol nativo de la selva de Chimalapas y el huachinango cubierto de jitomate y aceitunas. 
Un manjar de Cocijoeza... en las colinas de Francia.

Nos merecíamos ese festejo. La edición vale mucho como el rescate que es de una maravillosa concepción del mundo donde el amor de unos jóvenes es mitad ansiedad y mitad humo divino.
Víctor de la Cruza me obsequió sus libros, que comentaremos en próxima entrada.

Mientras eso llega, dejemos este espacio al autor. Hay una versión en pdf que conserva las características tipográficas de la versión impresa, que aquí hemos debido prescindir en aras de la practicidad. Rogamos a los xuanas dispersos por el mundo entero que, si tienen alguna duda o interés editorial, se dirijan directamente al autor: delacruz@ciesas.edu.mx

Víctor de la Cruz
TI LIBANA
NUCAACHI’ LU
UN DISCURSO
MATRIMONIAL
ESCONDIDO

Introducción
Entre 1981 y 1982 conocí a un compositor e intérprete juchiteco llamado Luis Sánchez –mientras buscaba ejemplos vivos de la literatura zapoteca contemporánea en las cantinas de Juchitán para el libro Guie’ sti’ diidxazá o La flor de la palabra, publicada en 1983–; conocido como Vieju Lucuuxhu’, fallecido en este año de 2010.
De él grabé varias composiciones e interpretaciones, pero una de sus canciones que más me gustó es la que lleva por título Bacaanda’ gunié ’ xcaanda’ (El sueño que soñé), compuesta
sobre la melodía de una canción ranchera de Eustaquio Jiménez Girón, Taquiu Nigui, titulada “Rancho Pachuca”. Aparte de la melodía, me gustó la letra, donde se relata un sueño que tuvo el autor: soñaba que se casaba y en la ceremonia del matrimonio zapoteco (guenda riuu ndaaya’), que se realiza o se realizaba
frente al altar familiar, el xuaana’ –principal o representante de la estructura política y religiosa de los zapotecos en la época prehispánica– decía nabe cuyaanabe yaala bidó’ (“decía que
le estaba dando de comer copal [actualmente chicle] a dios”); es decir: estaba dándole humo de copal a dios. Transcribo enseguida la canción completa en zapoteco, con una traducción no cantable:

BACAANDA’ GUNIÉXCAANDA’
El sueño que soñé

Naa zedatidxe’ lii xhuncu huiini’
Yo vengo a decirte amorcito
xiinga guniéxcaanda’:
cuál fue mi sueño:
nuchi’ nisiaase’ biiya’ lii nexhelu’
anoche mientras dormía te vi acostada
ndaani’ naya’.
entre mis brazos.

Xhianga’ de bieche’ rabe’ ma’ napa’
Cómo me alegré pues dije que ya tenía
tu ganaxhiee’,
a quién amar,
tihua bacaanda’ ni dxi’ba’ di que
tras que el maldito sueño aquel
beeda gusieche’ naa ora que.
vino a alegrarme en ese momento.

Pabiá’ nanaxhi ora guiní ’xcaandalu’
Cuánta dulzura hay cuando se sueña
ti gunaa huiini’,
una joven mujer,
nuube ra li’dxu’ ne nexhenebe
está ella en tu casa y acostada
ti ba’du’ huiini’.
con un niño pequeño.

Xhianga bacaanda’ ni naa guniéxcaanda’ que
Pero qué sueño aquel que yo soñé
de nandxó’,
tan grande,
biiya’ nuu binni ne tata xuaana’
vi que había gente y un sacerdote za
nabe cuyaanabe yala bidó’.
decía que daba de comer copal a dios.

Tóbisi gueela’ guca guendaxheela’
En una sola noche se realizó la boda
bichaganaya’,
cuando me casé,
gudiidxi chuze ne guca ca’ male
se abrazaron nuestros padres y se hicieron compadres
ra guyu’nu ndaaya’.
cuando nos impartieron su bendición.

Xhianga bacaanda’ ni naa gunié ’xcaanda’ que
Pero qué sueño aquel que yo soñé
de nandxó’,
tan grande,
biiya’ nuu binni ne tata xuaana’
vi que había gente y un sacerdote za
nabe cuyaanabe yala bidó’.
decía que daba de comer copal a dios.

He dicho que me gustó la melodía –en ese momento ignoraba que era de “Rancho Pachuca” de Eustaquio Jiménez Girón– y la letra; pero sobre todo me llamó la atención el último verso de la
cuarta estrofa: nabe cuyaanabe yaala bidó’, porque me di cuenta de que se trataba del lenguaje esotérico o literario de los binniguala’sa’ y no del diidxazá común de uso diario. Hasta ese momento contaba ya con dos versiones del libana, una de
Gilberto Orozco1 y la otra de Isidro Gutiérrez o Isidro López Chiñas –quien lo había aprendido de su abuelo Che Binu Leu.2 

Traté de seguir la huella de la otra versión de donde venía el verso
citado, que no aparece en las otras versiones mencionadas; sin embargo, no encontré a nadie que me diera una sola pista que me condujera a ese sermón perdido en la oscuridad del pasado o
en las brumas del presente.

Cuando terminé de preparar la primera edición de Guie’ sti’ diidxazá aún no tenía lista la traducción de la segunda versión del sermón matrimonial, o discurso matrimonial, que había recogido
entre 1975 y 1977 de don Isidro Gutiérrez, así que sólo publiqué la versión de Orozco. La versión de Che Binu Leu, transmitida por su nieto Ta Sidru Gutiérrez, la incluí hasta la segunda edición
de La flor de la palabra, publicada por la UNAM en la colección Nueva Biblioteca Mexicana, dirigida por el Dr. Miguel León-Portilla.


Un breve retrato de mi padre, Daniel de la Cruz Toledo
Durante toda mi vida pocas veces tuve la oportunidad de comer con mi padre en casa, porque sus comidas estaban marcadas por el ritmo de actividades agrícolas y ganaderas. Por esa y otras
razones es memorable la cena que tuvimos en su casa el 24 de diciembre de 2006, donde anunció que nos invitaba a todos, hijos y nietos, al cumpleaños de su esposa el año siguiente, mi madre;
quien se encontraba en la fase terminal de la enfermedad
que la llevó a la muerte y a quien consagró todo su tiempo, como si fuera enfermero, en los últimos años de vida de ella. 

No se pudo cumplir aquella cita porque mi madre se opuso,
alegando compromisos laborales y escolares de sus hijos y nietos.
Muerta mi madre en marzo de 2007, en diciembre
del 2009 propuse a mi padre una comida familiar el 24, la cual se llevó a cabo con la presencia de mis dos hermanas, mi hija Mudubina y mi nieta Bani. A la hora del postre, de los dulces
que se consumen en esa fecha, después del pescado capeado en huevo; no me acuerdo cómo ni por qué saqué a relucir aquel solitario verso del sermón que citó Vieju lu cuuxhu’ en su canción:
nabe “cuyaanabe yaala bidó’. Mi padre me dijo, entonces:
“Yo sé todo el sermón” y enseguida lo pronunció ante nosotros y ante mi sorpresa. Esa noche, superados todos los compromisos que
imponía la fecha, a la hora del gallo grabé esta versión del libana, que nos habían legado nuestros antepasados dxana’ gola en la memoria de mi padre y que había dado por perdida.

El viernes 12 de febrero regresé a Juchitán para que mi padre oyera y revisara la transcripción que había del libana, lo cual hizo con mucho cariño y atención; gracias a lo cual llegamos a la
conclusión que el xuaana’ Matías Guerra se lo había enseñado en 1939, cuando él tenía entre 12 y 13 años, junto a un amigo de niñez, cuyo nombre ya no recuerda; pero quien era descendiente de
aquel xuaana’ que se los enseñó. No sé si por sus ocupaciones o por su discreción, ignoraba esta parte, y otras seguramente, de la vida de mi padre.

Me contó que no le había gustado la cantidad de préstamos con la que lo pronunciaba el viejo Matías Guerra y que, junto con su amigo, habían intentado limpiarlo de los préstamos castellanos
que lo habían deformado, pero que fracasaron; por lo cual me dejaba dicha tarea.

¿Por qué Matías Guerra e Isidro Gutiérrez quisieron que mi padre aprendiera las dos versiones del libana que ambos sabían, el primero con éxito y el segundo no? ¿Por qué los dos lo escogieron
como heredero de la tradición religiosa zapoteca?
No lo sé de cierto, pero lo supongo –como dijera Sabines en uno de sus poemas más famosos. 

La respuesta creo que está en su carácter de hombre serio, bien educado y bondadoso, cualidades raras entre los juchitecos; y seguramente porque en ese entonces el niño que era ya mostraba precozmente dichas cualidades, apreciadas por un mentor con inteligencia y sensibilidad.
Ahora ¿por qué memorizó la versión del primero y no del segundo? Se debe porque el primero le dedicó tiempo, mientras él lo ayudaba en su trabajo de desgranar maíz; en tanto que el segundo sólo se lo recitó una o dos veces, según me lo contó esa noche del 24 de diciembre del 2009.

De acuerdo con su relato fue en ese 1939 cuando decidió abandonar sus estudios de educación primaria, en los cuales no era bueno; y
dedicarse a la carrera de las vacas, actividad a la cual se dedicaban su padre y sus abuelos paterno y materno. Mientras llegaba la hora de incorporarse al rancho, él y su amigo ayudaban a Matías Guerra a desgranar mazorca en casa de una de sus hijas, que se había casado en la quinta sección, nuestro barrio. Así fue como oyó una y
otra vez el libana que decía el xuaana’ en las ceremonias de los matrimonios zapotecos. Es decir, Matías Guerra lo escogió para enseñarle el libana porque, de acuerdo a las cualidades arriba
descritas, podría desempeñar bien el cargo de xuaana’ o sacerdote de la religión za cuando fuera adulto. Esta afirmación la hago apoyándome en lo que sucede entre los mayas, de acuerdo a la
investigación que realizó Carlos Montemayor de las plegarias en las lenguas indígenas en el territorio mesoamericano: “Estas formas rituales en las lenguas indígenas se aprenden de boca a oído por un maestro que elige al discípulo, pero requieren del desarrollo de la memoria y de la creatividad del nuevo rezandero.”3

Si bien Matías Guerra no logró inducir a mi padre hacia el camino de la religión de los binnigula’sa’ y hacerlo xuaana’ –lo cual lograron los curas haciéndolo partícipe de sus ceremonias
en la iglesia de San Vicente Ferrer–, sí logró que aprendiera una variante de este discurso matrimonial que le heredaron los antiguos zapotecos.

Lo publico aquí como un homenaje a él y a su temprano esfuerzo por depurar el diidxazá, tratando de sacar adelante lo que él había intentado hacer.

LIBANA GUIONNA4

Binniyooca’: neza di’ zeeda ti
badunguiiu ne ti badudxaapa’, xuba’
do’ ca diidxa’ neca’ bidxiñaca’ ra nuu
dxana’ gola, guianu laaca’.

Biétecabe lu ti neza ra gudi’ di’ diuxi dxi biree
ndaani’ ti la’pa’ guie’, dxi beedanduu ndaaya’
guidxilayú. Ra biete diuxi ti siadó’, zeedanduu
ndaaya’ guidxilayú.

Neza zeca’ ma’ guca huadxí, biete bixhozecanu
gubidxa, ma’ bicahui neza, binade yu, bigaanda’
gueela’, biaba gupa; [raqué] bitaagu’cani’ diidxa’ lu
ti neza ti gúnica’ ti guendaxheela’.

Ra bí ’yacabe ti biaani’ ni bedané María
Santísima, yendácabe lu ti xilate ma’ bisiaya’,
bicheeche’ nisa naxhi, binduuba’, guluza’ na’
yaga, bizaaque’ gui’xhi’, bine’ gu’xhu’, biyaana’
yaala bidó’, gulaque’ daa. Bí ’nicabe guela gutayú,
bizuxíbicabe ra naca nagá’ guendanabani sti’ ca
dxana’ gola, bixhózecanu.

Ra chigatabiá’ ndaaya’, gacabiá’ male ne
mbale, bichuuga’ bandaga naxhi, gucheza’ la’sa’,
bizaya’ ti guie’ chita naxhi, guie’ chita cachi, guicaa
gucuni badudxaapa’.

Gaca’ guirá’ guendanazaaca bisaana tata diuxi
ndaani’ gabí ’ guidxilayú, ra chi gatabiá’ ndaaya’ ti
gunibiá’ male ne mbale.

Parientes de esta casa: Por este camino vienen un muchacho y una
muchacha, maíz primordial eran las palabras que traían cuando se acercaron al anciano patriarca, compadezcámonos de ellos.
Bajaron a un camino por donde pasó dios el día que salió de una corona de flores, el día que vino a bendecir la Tierra. El lugar donde bajó dios en un amanecer, cuando vino a bendecir la Tierra.
Por el camino donde iban se hizo la tarde, bajó nuestro padre Sol, se obscureció el camino, se hizo espesa la tierra, refrescó la noche, cayó el rocío; [entonces] concertaron las palabras sobre el camino para celebrar un matrimonio.

Cuando vieron una luz que trajo María Santísima, llegaron a un espacio que yo había limpiado, donde esparcí agua perfumada, barrí, rompí ramas, quemé el monte, ahumé, le di aroma de copal a dios; extendí una estera. Se postraron en Tierra, se pusieron de rodillas donde está el verdor en la vida de los ancianos patriarcas, nuestros abuelos.

Donde se va a medir la bendición, donde se conocerán compadres y compadres; corté hojas perfumadas, rompí la corteza de los árboles, hice una flor de juventud5 perfumada, una flor de juventud preciosa,6 para esta muchacha doncella.

Que se realicen todos los placeres que estableció el señor Dios en toda la extensión de la tierra, aquí donde se va a medir la bendición para que se conozcan las comadres y los compadres.

Notas:
1 Gilberto Orozco, Tradiciones y leyendas del Istmo de Tehuantepec, Revista
Musical Mexicana, México, 1946, pp. 99-100.
Información personal dada por mi padre, Daniel de la Cruz Toledo, el 24
de diciembre del 2009.
Carlos Montemayor, Arte y plegaria en las lenguas indígenas de México, Fondo
de Cultura Económica, Sección de Obras de Antropología, México, 2001,
pp. 38 y 113.
Versión de Daniel de la Cruz Toledo, grabada la noche del 24 de
diciembre de 2009 por Víctor de la Cruz, autor de la traducción libre que
aquí se presenta.
He traducido la palabra chita como ‘juventud’ en base al Vocabulario en lengua
çapoteca de fray Juan de Córdova, en la entrada “Heruor de la juuētud”, f. 219r.,
segunda columna. Eustaquio Jiménez Girón la traduce como “Ramillete floral
que se usa en actos nupciales. Llámasele también ‘Guie’chitta nuubi’. Ramillete
de novios”. Guía gráfico-fonémica para la escritura y lectura del zapoteco. Pa sicca rica
Diidxaza xti Guidxiguie’. Cómo se escribe el zapoteco de Juchitán, Editorial Vitoria Yan,
Juchitán, Oax., 1980, 87.
6 De acuerdo a la entrada “piedra preciosa”, f. 314v.; pero podría ser traducido
también como ‘perpetua´ siguiendo la entrada “perpetuar como dios las cosas”, f.
311v., del mismo Vocabvlario de Córdova.

Si hubiera algún error en la versión en zapoteco es mi responsabilidad, no la del autor.

CONTESTANDO CORRESPONDENCIA

OAXACA 2010 VOCES DE LA TRANSICIÓN
Francisco Javier Sandoval Torres, me escribió desde Tepic Nayarit solicitándome el libro Oaxaca 2010 Voces de la Transición. Le aviso que ya salió para allá, por Sepomex, ya que las "mensajerías" cobran tan pero tan caro, que es hora que el gobierno meta mano en sus reiterados abusos tarifarios.
Francisco Javier es periodista, autor de la columna "Asuntos públicos" del periódico "Realidades" y me comentó que por esas tierras lejanas del Occidente tienen mucho interés en conocer lo que los intelectuales y periodistas piensan de los contextos regionales y cómo interactúan con su sociedad. Gracias por tu interés, Francisco.

ARTE DE COSINA...
La Doctora en Ciencias Griselle Julia Velasco Rodríguez me escribió preguntándome más sobre este importante libro. Ya le di los "nortes" que quería y espero que hayan sido los adecuados. Ella es investigadora del CIIDIR-Oaxaca y está trabajando el tema de las recetas de maíz y su papel en la gastronomía de Oaxaca y México. Recordemos que el maiz, frijol y chile fueron declarados patrimonio intangible de la humanidad hace poco.

Rosalva (sic) Moreno, poblana, diseñadora gráfica y lectora de este ciberblog me dejó ver que tiene dudas respecto al "chichilo"... Uno de los siete moles (oficialmente hablando) que tiene Oaxaca, pero es un tema interesante del que ya bordaré con más calma pues el guiso tiene ligas con la cocina poblana, por supuesto.

Acabo de retornar de la Cañada, a donde fui precisamente a averiguar todo lo averiguable sobre el chile huacle o "chilguacle" y su hermano el "chilcosle"... También ya publicaré aquí esa crónica viajera. Mi interés en esos chiles data de la crónica que hice y se publicó íntegra en este blog en entrada anterior. No hay buenas noticias, anticipo.









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