sábado, 19 de febrero de 2011



CONFLICTO AGRARIO Y ORGANIZACIÓN CAMPESINA. LOS CAMBIOS AL ARTICULO 127 CONSTITUCIONAL EN OAXACA.

Por CARLOS MORENO DERBEZ

Recientemente hubo otro sangriento enfrentamiento entre comunidades rurales campesinas de la Mixteca Baja. A consecuencia del mismo, fallecieron por lo menos 8 personas. La causa del choque armado fue un pleito de tierras.
Oaxaca no sólo es lugar donde cotidianamente ocurren este tipo de masacres, pero también es un espacio en donde investigadores sociales analizan precisamente estos fenómenos que uno pensaría debieron haberse resuelto en el pasado siglo XX... 
El libro que nos ocupa es de muy reciente aparición y su autor es Carlos Moreno Derbez, estudioso del tema y funcionario que ocupó hace unos años un puesto relevante en el gobierno federal que le puso en primera fila a la hora de atender la problemática agraria en Oaxaca. Así que ésta tesis no es producto de un cubículo, sino de horas y horas de interactuar con los grupos campesinos oaxaqueños.
El libro  es una coedición de la Delegación Estatal de la Subsecretaría de Educación Media Superior de la SEP, la Secretaría de Asuntos Indígenas y el Colegio Superior para la Educación Integral Intercultural de Oaxaca.

Reproducimos el texto introductorio que escribió el autor mismo:

Introducción
En este libro se da cuenta del comportamiento de las organizaciones campesinas existentes en el Estado de Oaxaca, a partir de las modificaciones al Artículo 27 constitucional de 1992. Si ya se canceló el reparto agrario, ¿cuál será ahora el móvil de la existencia de estas organizaciones? Después de lograr la obtención de un pedazo de tierra a través de las variadas opciones, legales o no, ¿qué es lo que sigue para ellas?
Al plantear estas preguntas mediaron múltiples consideraciones acerca de la experiencia reciente del trato con sus complejos componentes: desde sus orígenes, las definiciones y aspiraciones de sus líderes y sus componentes estructurales internos, hasta las condiciones de sus relaciones con los gobiernos federal y estatal, entre ellos mismos, y con otros agentes que participaron en las definiciones de lo que ahora percibimos como el medio rural del estado de Oaxaca; pero fundamentalmente persistió la preocupación acerca de sus relaciones con sus agremiados o los campesinos indígenas que representan o dicen representar.
La reflexión acerca de la situación y el papel que juegan las organizaciones campesinas del estado de Oaxaca, sobre todo en esta coyuntura de cambios donde por muchas vertientes está en redefinición el proyecto de nación y la participación del medio rural, y particularmente, lo que los campesinos indígenas tendrán que ver también en los órdenes y recomposición política del segundo milenio.

Durante más de setenta años los gobiernos postrevolucionarios quisieron hacer creer que el país creció con la participación ordenada y articulada con el medio rural, y cuando este sector ya no respondió a sus expectativas, paulatinamente creció un proceso orgánico campesino que demandó con mucha claridad su participación y respuesta a sus demandas. En este ámbito rural se alentaron y se mantuvieron distintos tipos de productores, a pesar de que en el discurso oficial se sostuvo que la nación daría respuesta sin distinguir las diferencias impuestas por un país pluriétnico y con diversidad de posibles condiciones de desarrollo. Por esto, el indigenismo oficial integracionista mantuvo durante muchos años la actitud triunfalista y carente de reflexión autocrítica, y de ahí que la problemática indígena actual sea un problema de seguridad nacional.
El proceso organizativo campesino en el estado de Oaxaca, además se caracteriza por su rezago histórico en todas sus dimensiones. Mientras a nivel nacional, desde mediados de los años setenta, ya se planteaba al “control del proceso productivo”, en este estado se luchaba por combatir los latifundios producto de los cacicazgos regionales alentados por los gobiernos locales. Mientras el proceso organizativo nacional daba por hecho el fin del reparto agrario, en Oaxaca la lucha social tenía como contenido fundamental y como argumento central de su lucha por el poder, la reivindicación agraria, es decir, el reconocimiento al acceso a la tierra, que desde la perspectiva del proyecto nacional emergente en 1910, debió de haberse cumplido hace muchos años.
No obstante, el rezago agrario siempre fue parte consustancial del campesino oaxaqueño, los principales problemas agrarios, fuera de las regiones de la cuenca del Papaloapam, la Costa y el Istmo, persisten fundamentalmente entre las poblaciones que reclaman porciones de terrenos sobre los cuales sostienen que les asiste el derecho. La problemática típica del estado se expresa fundamentalmente en lo complejo de las regiones de las sierras, principalmente en la Sierra Sur, donde prevalece el derecho, producto de la posesión histórica de territorios étnicamente reconocidos por los pueblos. De ahí que sea necesario preguntarse: ¿por qué el problema agrario en Oaxaca es principalmente entre iguales? Y cuando se observa que esta lucha por la tierra, que involucra la concepción territorial, ¿por qué el Derecho Agrario no consideró suficientemente la dimensión étnica en el ejercicio jurídico del Reconocimiento y Titulación de Bienes Comunales? Al considerar las conductas de las organizaciones campesinas modernas en el estado, la pregunta complementaria obligada es: ¿por qué las organizaciones campesinas y sus líderes no reflexionan sobre las características del proceso de confrontación entre los pueblos? Y más específicamente: ¿es acaso que las organizaciones campesinas alientan el conflicto agrario para validar su participación y presencia política? Se intenta responder a estas preguntas a partir de diversas reflexiones expuestas en los capítulos que componen este trabajo.
Es ampliamente conocido que Oaxaca es de los estados del país que mayor cantidad de población rural mantiene, y además, el que tiene más territorio con propiedad social. Prácticamente 10% de la población tiene bajo su control cerca de 70% del territorio, sin embargo, la problemática que enfrenta, sujeta a esta población a múltiples factores de confrontación, impidiéndole superar sus condiciones de pobreza. Hablar de territorios indios en México nos remite necesariamente a hablar de la problemática de la tenencia de la tierra en el estado de Oaxaca, como también es ineludible plantearse reflexiones similares para la región de las Cañadas y de los Altos del estado de Chiapas, o la región de la Montaña del estado de Guerrero. Para el caso de Oaxaca, la problemática de la etnicidad y los territorios se encuentra fuertemente vinculada, de tal forma que es necesario pensar en los territorios originarios y en aquellas circunstancias que influyeron de manera significativa en su fracturación para la conformación de lo que actualmente conocemos como conflicto agrario y en la participación que tienen las organizaciones campesinas.
En el sustrato étnico que implica el ejercicio de la etnicidad existen múltiples determinaciones que se expresan en el conflicto agrario. En la memoria que los grupos indígenas tienen del trato del conflicto en sus territorios, existen multiplicidad de expresiones de las cuales apenas conocemos una pequeña porción. Estudiar esta dimensión del problema resulta vital para su total compresión, sin embargo revisarla resultó imposible; así mismo, nos hubiera gustado trabajar la composición del campo social agrario a partir de la reflexión de la interrelación entre las estructuras organizativas agrarias que se producen en las dimensiones étnicas y las que son producto de la lucha política en el estado. Ojalá que estas reflexiones permitan más adelante trabajar este propósito.
El marco de referencia que se utilizó para interpretar la conducta de las organizaciones campesinas del estado, en las circunstancias en las que se encuentran inmersas, sobre todo a partir del los cambios constitucionales, es la noción de campo, integrada por Pierre Bourdieu –quien se autodefine como el creador de la corriente de interpretación de los hechos sociales como constructivista-estructuralista–, al señalar que:
...existen en el mundo social mismo, y no solamente en los sistemas simbólicos, lenguaje, mito, etc., estructuras objetivas, independientes de la conciencia y la voluntad de los agentes, que son capaces de orientar o coaccionar sus prácticas o sus representaciones. Por constructivismo quiero decir que hay una génesis social de una parte de los esquemas de percepción, de pensamiento y de acción que son constitutivos de lo que llamamos habitus, y por otra parte estructuras, y en particular de lo que llamo campos y grupos, especialmente de lo que se llama generalmente las clases sociales.
Como podrá observarse, el concepto de habitus –que será retomado y reflexionado a partir de los datos empíricos integrados en el trabajo–, resultó fundamental para la construcción interpretativa de la problemática agraria, el conflicto agrario y la participación de las organizaciones campesinas en el proceso, en el contexto de los cambios que se dieron al campo social agrario a lo largo de la historia agraria del estado y particularmente a raíz del anuncio del fin del reparto agrario, producto de los contextos que le dieron sustento a la modificación constitucional de 1992.

Este presente trabajo incluye cuatro capítulos cuya articulación es una propuesta no estrictamente secuenciada. Cada capítulo se resuelve por sí mismo y ofrece elementos para la reflexión interior. En el primer capitulo se ofrecen reflexiones acerca de las condiciones en las que se encuentra actualmente el campo social agrario y representa el acceso inicial al objeto de estudio. En el capítulo II se proponen elementos para el análisis de los orígenes del habitus de las organizaciones campesinas, particularmente de los campesinos indígenas oaxaqueños del estado, a partir del proceso de colonización, para dar cuenta del sostenimiento de su concepción en torno a la conceptualización que se hace de la propiedad territorial y de la propiedad comunal o ejidal; así como del rastreo de aquellos elementos que permitan entender la emergencia de las organizaciones campesinas. En este capitulo se aborda como punto de partida los cambios generados en el estado y en el país, mismos que permitieron cambiar las relaciones de poder con base en una profunda transformación de la distribución de la propiedad rural, así como del papel que las organizaciones campesinas (actores centrales para este análisis) tuvieron en este proceso.

En el capítulo III se discuten los argumentos y las respuestas de los actores en relación a las modificaciones constitucionales, las interpretaciones que sobre el problema rural existen y que de alguna manera mantienen vigencia, se problematizan los argumentos jurídicos que desde la óptica del Estado mexicano se manejan para dar origen a las formas de propiedad que se presentan en las leyes agrarias y sus consecuencias para la población campesina indígena, así como las expresiones organizativas actuales. 

Finalmente, en el capítulo IV, se propone una reflexión acerca de los escenarios futuros, donde se enfatizan las perspectivas y tendencias que plantean las organizaciones campesinas actuales. La propuesta de análisis en este aspecto, principalmente gira en torno a las perspectivas de las organizaciones en lo que denominamos “el proyecto campesino”, tomando como punto de referencia la reproducción de sus condiciones sociales y la sobrevivencia de los productores rurales indígenas en contextos adversos implicados en la globalización de las economías mundiales.

Este trabajo muestra tendencias generales de la problemática detectada en el Campo Social Agrario entre los años 1996 a 2001. Uno de los temas centrales es hacer una revisión de la relación entre las organizaciones campesinas indígenas con el gobierno del estado de Oaxaca y las dependencias federales encargadas de la materia agraria. El ejercicio de esta relación, mediante métodos alternativos, abrió posibilidades de cambio en los tratos entre los agentes participantes generando nuevas “reglas del juego” donde el manejo del principio del poder tuvo una recomposición que se registra en la memoria de los mismos agentes. Sin embargo, no fue posible generar política pública al respecto.
Los cambios que se han efectuado a partir del año 2001, seguramente tienen diversas expresiones o matices, e incluso habrá quien opine que el conflicto agrario en la entidad no ha cambiado o que los cambios no son significativos, debido a que su principal promotor son algunos actores que se encuentran en el mismo gobierno del estado de Oaxaca.
Encontramos que efectivamente, la tendencia y composición del conflicto persiste en lo que se consideran sus elementos básicos, con cambios en las cantidades o en los argumentos opcionales y complementarios para sostenerlos. Por este motivo, se considera importante divulgar este trabajo, que de alguna manera es una modesta contribución que podrá ser de utilidad a la reflexión y posible solución de tan sensible problema.
El tratamiento analítico sobre la realidad de la problemática agraria en el estado de Oaxaca en términos generales y la investigación sobre el tema ha sido generoso y diverso. La aproximación que aquí se hace representa una modesta aportación a lo complejo de la realidad campesina indígena relacionada con la tenencia de la tierra en el estado de Oaxaca. No se pretende decir verdades que no nos corresponden, toca a los campesinos decirlo. Pero en el trato –casi ininterrumpido durante cinco años– con el problema agrario del estado y sobre todo con sus protagonistas, es importante ofrecer estas reflexiones que ojalá sean de utilidad para su futuro.

Debo decir, finalmente que este trabajo se integró para obtener
el grado de maestro en Ciencias Antropológicas. Por ello estoy doblemente agradecido con los actores de las organizaciones.
Originalmente se dedicó a mis hijos y a mis ancestros más significativos y directos. También se lo dedique a mi compañera Cecilia Gracida. Reitero mi dedicatoria, aunque debo también dejar constancia de un especial agradecimiento a dos grandes de la antropología mexicana que ya no se encuentran entre nosotros y que han jugado un papel significativo en muchos ámbitos de la vida nacional y en nuestras conciencias: Margarita Nolasco Armas y Arturo Warman Grij.
Quisiera dejar constancia de agradecimiento a las personas que, desde sus instituciones, han facilitado la publicación de este trabajo. Me refiero al licenciado Herón García, en un primer momento, y al licenciado Saúl Vicente, recién designado, en el Colegio Superior para la Educación Integral Intercultural de Oaxaca. Pero además, dentro de esta dependencia a Benjamín Maldonado y Sergio Perelló, quienes cotidianamente, y desde hace ya algún tiempo, recuperan memorias, crean propuestas y ejercen orientación intelectual al proyecto de reconstitución de los pueblos y comunidades indígenas
de Oaxaca. También agradezco al arquitecto Armando de la Fuente, quien
es representante de la Subsecretaría de Educación Media y Superior de la SEP por sus buenos oficios y disponibilidad para apoyar la divulgación de estas reflexiones del conflicto agrario.
Finalmente, al licenciado Adelfo Regino, titular de la Secretaría de Asuntos Indígenas del gobierno del estado de Oaxaca, quien con su compromiso ha construido la vía alterna al indigenismo y la nueva relación entre los pueblos indígenas, el Estado y la sociedad nacional.

Para apoyar el interés del probable lector, incluimos el índice general:


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