sábado, 13 de julio de 2013

CÓMO OLVIDAR A UN IDIOTA

De la pluma de Tita Cuenta Cuentos, sale a la luz este que será su primer best seller...
"Dedicado a las personas demasiado ingenuas... como yo"...

La portada es del todo sugerente para la misión emprendida. Veámosla completa:


La noche del 12 de julio de 2013, en una sala del Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca, se reunió gran cantidad de público para presenciar la presentación de este volumen, el quinto o sexto de nuestra autora. Cuenta con 200 páginas y es tamaño "media carta". Goza de una tipografía de excelente tamaño y lo mejor que tiene es su estilo literario que hace que la lectora –o el lector, o wherever como dice la autora– quede atrapado.

Quien desee adquirirlo puede pasar a nuestras oficinas de Colón 605, centro, o visitar las librerías o bien pedirlo directamente a su autora, quien les atenderá en este correo: 
titacuentacuentos@hotmail.com

Tocó a nuestra Gerente General, licenciada Martha Vila Cueto participar en su presentación. El siguiente es el texto que leyó, íntegro, pero antes, un detalle de la portada que inquietó a algunos asistentes a la premier:



CÓMO OLVIDAR A UN IDIOTA 
POR TITA CUENTA CUENTOS.


El amor es egoista, manipulador, díscolo, cabrón y venenoso, aunque el arte de la pintura suele representarlo como un nene de mejillas rosadas y rizos rubios, cachetón, con dos alitas de ángel y con un arco y una flecha lista para serte lanzada a ti, mujer, donde te encuentres. ¿Por qué por este ser celestial caemos en un doloroso pozo? ¡Por un idiota! El primer paso para salir del hoyo consiste en comenzar a olvidar a tal idiota.

Tita Cuenta Cuentos ha publicado libros tiernos. Las cosas que ha vivido con sus hijos, su familia y amigos le han servido para escribir una suerte de modernas y documentadas fábulas que son coronadas por moralejas divertidas, unas veces curiosas y otras chuscas, pero siempre acertadas. Quienes hemos leídos sus libros anteriores sabíamos de su dulzura, pero éste libro es otra cosa, porque este es un libro “más cabrón que bonito”.

De autores oaxaqueños, en Carteles Editores hemos publicado en los últimos 3 años al menos 6 libros que pueden considerarse de “autoayuda”, pero ninguno como éste. Psicólogos, médicos, consultores y conferencistas profesionales han estado volcando sus enseñanzas para compartir con los demás sus constructivas experiencias. En el mundo editorial ésta no es una tendencia local, sino mundial. Las sociedades modernas están enfermas, entre comillas, de ansiedad y frustración. Las mejores universidades de todas partes prometen a sus alumnos convertirlos no ya en ingenieros o abogados, sino en líderes.

Desde que México se fue a pique con la grave crisis económica de 1995, pulularon como moscas los “gurús”, dueños de la felicidad garantizada y se dedicaron a hacer conferencias donde pudieron vender sus libros como pan caliente. Ello reanimó la actividad editorial en nuestro país, sin duda. Por cada libro de poesía que dejó de publicarse y leerse, saltaron 200 libros de autoayuda.

Hay un furor loco por ser un triunfador en la vida. Enseñar el ABC del éxito en este planeta y de paso en todo el sistema planetario solar, se ha convertido en la rutina de uno de los dos personajes que llenan estas páginas. El otro personaje es la voz y el alma adolorida femenina de quien escribe en primera persona. Así tenemos estos diálogos expresados, inventados o sentidos, que van y vienen entre un colmilludo galán ya entrado en años y la mujer que ocupa el lugar que le corresponde: es la número 9 en su triste lista de conquistas amorosas, llevada por él con escrúpulo cronológico.

El otoñal amante parece ser un intelectual, autor de libros, conferencista de esotéricas virtudes que ha ha labrado a mano a su alrrdedor su propia Disneylandia y ahora está precupado por escribir un libro de ética para su hijo, pues ha descubierto que le salió muy casquivano...

A lo largo del libro este personaje parece ser ese tipo de gentes que ansía ser aclamado por sus multitudes, además gusta de ser llamado “Maestro”, con mayúsculas, pero en realidad solo es un amante discapacitado. Es capaz de enseñar la ruta segura de la trascendencia del alma a un oaxaqueño, pero es un inepto a la hora de enseñar a su novia a manejar un coche de velocidades en una calle vacía. Su aplaudida “maestría”, herencia de su milenaria raza, no le hace capaz de enseñarle a su novia cómo pasar un tope sin que se le apague el coche.

Él le reitera a ella que sabe que es un “elegido” de los dioses en la Tierra. Ella se apantalla. Él insiste en que es un “guerrero”. Ella, divorciada y madre de dos hijos, se pregunta ¿mereceré yo tanta felicidad?

El trasfondo de este libro es el fatídico y revoltoso año de 2006 en Oaxaca. Así como entra en picada la relación entre la “autoridad” estatal y todos los demás que solo somos sus súbditos, así entra en crisis la relación de pareja de estos personajes. Él es un viejo carcamán que usa con maestría el “choro” para que la “mensa” caiga a sus pies redondita y sin meter las manos. Se da una relación de pareja dispareja: él le lleva 16 años a ella. Sin ruborizarse, le muestra su récord de “casanova”: 8 parejas, dos de ellas extranjeras, no sé cuántas conferencias, cuántos minutos de aplausos, cuántos libros... Hasta aquí, nada del otro mundo.

Pero las cosas siguen subiendo de nivel. La novia nos ofrece un retrato exquisito de su “amante”. En realidad es un autorretrato que se hace él mismo y se lo entrega a “la mujer que había estado esperando toda su vida”. Le sale de lo más profundo de su virilidad (página 178). Dice así:

Yo soy puro”, me dijo.
Mi excremento no huele, mis orines no huelen, mi boca no huele, mis ventosos no huelen, mi sudor no huele.
Y yo me quedé estupefacta”, escribió la protagonista.

Así es. ¿Quién se topa con un arcángel y no se vuelve “su pendeja” al instante?

II.

Las relaciones de pareja no son fáciles. Los roles tradicionales mucho ayudan pero también mucho estorban. Sin embargo la mujer suele ser la que más se equivoca, quizás porque se cree todo lo que le dice su corazón y peor si atraviesa un momento de vulnerabilidad emocional. El hombre puede tirarse a la borrachera y será admirado. La mujer no, porque sería señalada.

Una traición amorosa o una conducta ambigüa suele tener efectos devastadores en la autoestima de una mujer. No importa su edad, grado de estudios, situación económica o valores religiosos. Caer en ese pozo del desamor, de la violencia verbal o corporal, del engaño y del autoengaño, del cinismo y de la arrogancia, suele dejar cicatrices imborrables en el alma. Es más, suele destruir todo lo que está alrededor, incluyendo a las amistades más leales.

El personaje femenino de este libro nos lleva de la mano de toda esta mala experiencia vivida como una pesadilla de ocho meses de la que finalmente despierta con la ayuda de un “diario íntimo” y el consejo que le da su maestro de literatura de que escriba todo lo que le pase. Teniendo a la mano su “crisis” ella descubre que sí, que escribir el horror de lo que está viviendo con su obeso galán le ayuda a salir del pozo en el que cayó por ingenua, por creer a ciegas en la labia del experimentado seductor.

Pero la protagonista de esta historia no solo tiene que enfrentar a un monstruo adiposo, bello como un sapo, sino que se tiene que enfrentar al peor de todos los monstruos de la mujer: su propio sentimiento de culpa ante el fracaso de la relación.

De esta forma, mientras él parece sacar a cada rato su prontuario de pretextos, excusas y justificaciones, ella se muere por un par de palabras que aunque con poco amor sean dichas con honestidad. Todo lo que pide ella es una disculpa sanadora que no llegará nunca. Como consecuencia, la caída en el pozo se vuelve interminable hasta que ella misma se lo propone y ahí tenemos que este libro se vuelve esa escalera que ella misma construyó con lo que tuvo a la mano. De esta forma descubre que debe amarse a sí misma. Escribe esta suerte de letanía: “Me perdono. Me equivoqué. Me perdono, me perdono”. Además establece su propia soberanía y la escribe de esta manera: “Soy la Reina, no porque reino a los demás. Soy la Reina porque me reino a mí misma...[...] Puedo reinar mis pensamientos, mis sentimientos. Soy tan fuerte como para pedir perdón. Soy tan fuerte como para perdonar, aprender, escuchar, enmendar, corregir, enderezar, reivindicar, renunciar, ceder, dimitir, pelear, combatir” (pág. 65)


La trascendencia de este libro es que a las mujeres nos hace pensar y “experimentar” en cabeza ajena. Sus párrafos son cortos, directos, crudos a veces, pero todos son absolutamente sinceros... Al final, ella se alza con la victoria, pero no para someter a nadie, sino para amar libremente. La fallida experiencia amatoria la deja dolida, herida, ninguneada, pero es gracias a la reflexión sobre ese sufrimiento que nuestra protagonista madura: “Gracias, escribió, la idiota fui yo, pero gracias a ti, me encontré”...

Dedicó Tita Cuenta Cuentos este intenso libro: “a las mujeres demasiado ingenuas... como yo”, pero también interpeló a Dios de esta manera: Dios, Dios, ¿por qué madurar a chingadazos?

Sumirse en las trampas del amor no es ajeno a cualquier mujer o cualquier hombre, de cualquier época. Algunas, las más inexpertas, acaban suicidándose o haciendo miserable su propia vida. El personaje de Tita sabe esto, por eso concluye el libro con la siguiente aclaración: “Este idiota no tiene nombre, así que puede ser cualquiera: hombre, mujer o “wherever”.

La condición de idiotez tiene dos características: es universal y es gratis. Sin embargo una buena experiencia sacada de una mala debe compartirse porque “como dice mi mamá: no hay mal que por bien no venga”... La única responsable de mi felicidad soy yo. Y de mi in-felicidad, también. (p. 162).

Gracias Tita, por darnos este libro que sí, por supuesto, será tu primer best seller.

Y colorín colorado...

Martha Vila.
Carteles Editores.
Julio de 2013.


Reproducimos a continuación su PRÓLOGO, PREFACIO O EPITAFIO, como la autora bautizó al texto en el que expresa los motivos y el contexto (la crisis social de 2006!) en el que escribió este inusual libro. Cheque usted el tono:


Prólogo
prefacio
o

epitafio



Éste es un viaje
a través del dolor
y del desencanto.

Éste es un pasaje
de desprendimiento.

Para recibir algo nuevo,
hay que vaciarse,
y las lágrimas
ayudan a lavar y a limpiar,
las lágrimas purifican.

Llorar es dar
rienda suelta al dolor.


Escribir para mí
fue necesario,
primero para contactarme
con lo que sentía,
aunque realmente
al principio no sentía nada,
porque estaba consternada
con lo que había pasado,
estaba estupefacta al ver que
quien decía amarme
“inconmensurablemente”
no hacía nada de nada
por recuperar la relación.


Tres días después,ya pude llorar y comencé
a tomar conciencia del dolor.

Para empezar,
necesitaba saber cómo estaba
para ir buscando ayuda
y salir de ese hoyo.

Así que escribiendo en mi diario
puse con palabras
todo lo que yo iba sintiendo
y pensando.



Hubo hojas
que piqué con la pluma y perforé,
hubo hojas
que rompí,
hubo hojas
que llené de groserías,
y todo ese largo camino
lleno de hojas y palabras,
que aún no acaba,
me sirvió para re-encontrarme
y para re-valorarme.


Los tres primeros mesesfueron los peores,
porque yo pensé
que me iba a buscar
para que regresáramos,
pero... ¡NO!,
así que a los tres meses
del rompimiento,
dejé de aferrarme
(“a eso se llama
soltar las riendas”
me dijo mi mamá),
y comencé a desprenderme
y a ubicarme,
en lo que yo era
y en lo que tenía.


Así que cuando
lo vi con su nueva novia,
ya no me perturbó… tanto.

A los tres meses,si bien no se olvida
(lo que nos marca para bien
o para mal nunca se olvida)
uno se acomoda
y comienza a dejar de sufrir.

Desprenderse de algo
es sufrir,
desprenderse de algo
que nos causa daño
lleva en sí una esperanza,
un rayito de luz
para tanta obscuridad.

Comencé a hacer chistes
de mi estupidez,
de mi credulidad,
de mi idiotez,
de mi ingenuidad.

Comencé a recordar
sus promesas para compararlas
con lo que ahora veía de él
y a darme cuenta
de que fueron puras mentiras.

Y otra vez a reírme,
ahora su figura
hasta me resulta simpática,
y para ser tan feo,
hasta me resulta chistoso.

Pero yo tuve que vivir
todo un proceso de re-acomodo
para sacarle el mejor partido
a esta situación
tan amarga y desagradable,
para volverme a reír,
para ver la otra cara de la moneda.

Para sacarle
el aprendizaje al error
y para sacar de la vida lo bello,
a pesar de todo, lo mejor.

Todo es un ciclo,
un proceso,
del amor al odio
y del odio al amor.

Todo nace y muere,
y renace
y vuelve a morir.

Renacemos nuevos, diferentes,
y por la edad y la experiencia
mejores, más chingones.
Que los años no pasen en vano
y que estas experiencias
nos conviertan en mejores personas,
no ojetes,
al contrario, mejores seres humanos
con mayor capacidad
para perdonar, cada vez,
y para cometer menos errores, cada vez,
o por lo menos
ya no los mismos,
para poder avanzar,
para decir que por lo menos... maduramos.

Madurar es aprender
a resolver más rápido
los problemas.

Todos nos enamoramos
y nos des-enamoramos
varias veces en la vida
(siete en promedio),
así que los que van en la primera,
y sienten que se mueren,
¡uuuuf! todavía les falta un buen,
y es bueno saber que
de amor (des-amor) nadie muere,
que tenemos madera
para salir a flote.



Toda nuestra estructura
así como tiene la fuerza,
la energía y el poder
para el enamoramiento,
la tendrá
para el des-enamoramiento.

Y algunos
se volverán a enamorar
otra y otra vez
y otros incluso a casar
otra y otra vez.

Porque todos perdonamos,
porque nunca se pierde la fe.

Porque todos somos buenos
y, a veces, pecamos de crédulos.

Llorar, tres canciones y ya”
era mi lema.

Porque si bien al principio
no podía sacar el dolor,
después ya salió
y apareció como un bufido,
y sentí un gran alivio.




Llorar es como parir dolor…

pero lo bueno es que sale,
y es mejor que salga en lágrimas
que en cáncer cérvico-uterino
o de garganta.

Y ya que salió
¡a llorar se ha dicho!,
chorros de agua por los ojos

y mocos
y mocos,
y mis gemidos
eran bramidos,

pero tenía que salir
porque me estaba haciendo
mucho daño,
me estaba haciendo
mucho daño YO,
no él, YO…

por mis ideas
y mis pensamientos
y por el aferrarme.

Y todo esto sonará
“muy” repetitivo
pero

tengo que decirlo y escribirlo,
ahora sí, hasta el cansancio.

Y como decía aquel,
el “co-autor” de este libro:
“Si quieres que algo muera
deja que se expanda”,
y a expandir
el dolor
y a expandir
el amor
que sentía por él.

Aprendí mucho con él,
y pagué el precio.

Fue alto, pero valió la pena.

Y yo elijo desechar lo malo,
quedarme con lo bueno,
con lo mejor,
con la esencia de ese amor
y de esos recuerdos.


Lloraba,
lloraba,
lloraba
y lloraba


cuando mis hijos no estaban,
tenía que hacer comida
y seguir con mis obligaciones de mamá,
así que a llorar sí, pero…
tres canciones y ya,
para poner también un límite.

No quería que mis hijos
me vieran desquebrajada
porque a ellos no les compete,
ellos nada tienen que ver con esto
como para involucrarlos,
esto es algo personal.

En la noche podía seguir llorando
todo lo que yo quisiera,
ya que mis hijos estuvieran besados,
persignados y bien dormidos.

Y tuve que vaciarme,
llorar,
llorar,
hablar,
hablar,
escribir,
escribir.

Hablando,
platicando,
tomo conciencia
de cómo estoy
y cómo me siento,
y escribiendo aclaro
y puntualizo mis ideas.

Hubo dos personas
que se chutaron
toda mi catarsis,
mi calvario,
y me acompañaron
en este camino hasta que salí…

mi hermana Vicky
y mi mejor amiga Lety

no saben cuánto se los agradezco,
dos cosas buenas por una mala,
una de cal por dos de arena,
valen oro.

Al escribir y leer lo que escribo
me doy cuenta
de dónde estoy
y no importa
si estoy en “la misma” mucho tiempo,
no hay prisa,
más vale quedarse en el mismo lugar
el tiempo que haya que estar,
que avanzar sin cimientos
y luego tener que regresar…
porque estuvo mal hecho.

Las cosas
a su tiempo y a su modo”
dice mi mamá.

Escribir este libro
me cuesta mucho trabajo,
me da escozor,
siento todavía desazón
en el corazón y en mi alma,
me dan ganas de hacer pipí,
me da hambre,
quiero un chicle,
me come la cabeza,
me pica la cara,
evasión,
evasión,
y es que todavía me enojo
pensando en esto,
siete años después,
pero quiero escribirlo,
tengo que escribirlo
para sacarle provecho
a algo tan lamentable,
a una catástrofe.

Ojo,
el enojo
es algo que sentimos
cuando las cosas no suceden
como nosotros queremos,
es como parte del egoísmo.
Y a veces
yo sigo de berrinchuda.

Distraerme,
distraerme,
para no esperar “tanto” tu llamada.

Yo juraba que me ibas a llamar,
y no dormía bien
por estar viendo el celular
y cada ruidito
me hacía pensar que sonaba,
y pasé tres noches así
y en las mañanas estaba tronada,
desvelada y desconcertada,
hasta que por mi salud,
y por mi bien,
decidí apagarlo en la noche.

Si quiere llamarme
que me llame en la mañana,
y gracias a eso pude dormir,
por lo menos descansada
podía pensar mejor.


Una semana despuéscomencé a tomarlo a chiste,
cuando descuidaba mi celular
cinco minutos
e iba corriendo a buscarlo
iba diciéndome
seguro ya me habló”,
“seguro ya me habló”,
“quince llamadas perdidas”,
veía el celular y
ninguna llamada perdida,
entonces yo me decía
“¡Chin!, seguro ahora sí al rato me habla”
y me reía de mí misma,
¿de quién más?

Cuando regresaba de dejar
a mis hijos en la escuela,
me sentaba en la mesa del comedor,
una hora en la misma posición,
como un robot,
sin saber qué hacer ni qué pensar.

Él no llama
(está muy ocupado con Sofía)
y yo perdiendo el tiempo...
a lo güey.

Entonces
después de algunos días,
como una semana,
decidí hacer un proyecto
para una biblioteca infantil
y leí en el periódico
que se iba a abrir
una maestría en literatura.
Así que hice el proyecto
y me inscribí en la maestría,
para no perder más tiempo
“pensando”.

¡No más tiempo perdido!

En la maestría,
de literatura,
el maestro Manuel Matus dijo
que teníamos que escribir diario,
como un ejercicio para la técnica,
yo llevaba un diario de mis hijos,
de mí no escribía nada...
hasta ese momento.

Y esta “obra” es
el resultado de esa tarea.

La vida es corta
como para andar desperdiciándola
y no se justifica echarle la culpa
a alguien, de que yo sea
infeliz y desgraciada,
quizá ese sentimiento es válido
sólo por un momento
pero no para toda la vida.

Cómo olvidar a un idiota
es un viaje,
hasta encontrar el amor propio,
el verdadero amor,
el amor verdadero,
que no está en ninguna otra persona
más que en mí.

El amor verdadero
es el que sentimos
por nosotros mismos,
no
por ningún pelafustán
que ni siquiera sabe
qué quiere
y
mucho menos
sabe
quién es.


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