sábado, 28 de marzo de 2015

¿QUÉ COMÍA DON BENITO JUÁREZ?

En esta entrada reproducimos el texto con que Carteles Editores participó durante la presentación de un libro insólito, titulado "Gastos y Apuntes de Cocina de la Casa del Señor Presidente de la República Don Benito Juárez. 1860-1870-1872".

Esta es su portada, se trata de un tomo en pasta dura, de 30 cm de alto por 22 cm de ancho, con 172 páginas donde se recogen páginas facsimilarmente y paleografiadas que resguarda el Archivo General de la Nación:


Portada de la edición presentada

Se trata de una obra más del investigador del Instituto de Investigaciones en Humanidades, Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca, Dr. Carlos Sánchez Silva. Salió de los talleres de Carteles Editores coeditada gracias a la iniciativa de Rector don Eduardo Martínez Helmes, más la Directora del Archivo General de la Nación, doña Mercedes de Vega. Se presentó en el Paraninfo del Edificio Central de la UABJO el pasado 25 de marzo de 2015, para celebrar el natalicio de nuestro Rector Supremo.

Va pues, la versión resumida que leímos en tan importante presentación:


HIJA DEL BARROCO POPULAR LA MESA DE JUÁREZ

La pregunta fundamental es: ¿Qué comía Juárez?
Al término de este texto espero haberla satisfecho y aun haber respondido esta otra: ¿por qué así?...

En su última cena don Benito se regaló un rompope en Palacio Nacional.
Como siempre practicó su frugalidad y anotó en su cuaderno con honesta caligrafía: “copa chica”... Cuarenta y ocho horas después moría.


Último menú de Juárez, anotado con su propia letra.
Detalle de la página tomada del libro publicado.



Se reproduce en este libro aquella página con su propia letra. Todas juntas conducirán al lector curioso hacia un Juárez inédito. En mi análisis personal por aquellas, pude hallar cómo en su gasto de cocina y mesa se reflejaban los estados emocionales de don Benito a causa de la guerra, el triunfo y la soledad del poder y su viudez en las correspondientes a 1870 y 1872. Así mismo, el bullicio de los hijos menores, el embarazo de doña Margarita y el empeoramiento de su salud hasta su muerte, en el cuaderno de 1860. En estos registros tan insólitos como acuciosos los escasos historiadores de la gastronomía mexicana tenemos a nuestro alcance una fuente importantísima. De ese valor solo pudo percatarse el historiador Carlos Sánchez Silva, coordinador-editor de esta obra y también de otra anterior que ha sido el parteguas en el conocimiento de la génesis histórica de la cocina oaxaqueña: “Arte de cosina según el uso de la provincia [de Oajaca] Año de 1829”. Por si no fueran suficientes ínfulas, el doctor Carlos y su esposa Marvel son miembros de número de la Cofradía del Mole y el Mezcal, misteriosa logia que celebra la mesa cosmopolita cada vez que se puede... Pero además es investigador del Instituto de Investigaciones en Humanidades de la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca, dedicado a la formación de nuevos cuadros intelectuales en donde una de sus premisas es analizar nuestra historia con nuevas miradas. Este libro es ejemplar en ese espíritu.

Se suma a este rescate otro chef magnífico: Juan Manuel Pérez Zevallos, quien cuando no está en los fogones se limita a ejercer de Doctor en Historia... Investigador del CIESAS-DF, a él debemos la paleografía y sus anotaciones para comodidad del lector contemporáneo. Las viñetas dibujadas especialmente para este libro son de Iván Bautista, egresado de la Licenciatura en Artes Plásticas y Visuales de nuestra Escuela de Bellas Artes (UABJO). En el diseño gráfico por Carteles Editores colaboró Rocío Gómez.

Volveré más tarde a la curiosa “copa chica” de rompope.



Portada del registro de 1860. Letra del mayordomo
Domingo Arce

Debo bordar de inicio alrededor del primer manuscrito que corresponde al “Mes de mayo de 1860. Diario del gasto de la casa del excelentísimo Presidente Constitucional de la República Licenciado don Benito Juárez”.

Mi vocación periodística me permite despegarme del rigor del dato para poder extenderlo en el contexto histórico en que se escribió. Así pues, en el consumo del matrimonio Juárez Maza creo percibir los olores, sabores y mezcolanzas del gusto barroco mestizo, primera expresión de nuestro nacionalismo gastronómico.

¿Qué inspiró al genial paisano a redactar con su puño y letra el preciso y precioso menú de su última glotonería novohispana?

Como estadista Juárez fue un adelantado. Admiraba las luces de la Ilustración francesa, pero en su cocina se guisaba con manteca y no con aceite de oliva. Para cuando volvió triunfante al Palacio Nacional, ya se había inventado en Europa la estufa de gas, pero en su cocina usaban carbón y anafres. En estos apuntes no hallaremos las recetas ni los menús, sino los ingredientes de su despensa, los gastos en licores, trastos y cargas de carbón, agua del aljibe y otras minucias, todo referido en el sistema monetario colonial, basado no en pesos y centavos sino en reales y granos (NOTA cambió al sistema métrico decimal a partir del 16 de septiembre de 1896)...

Los gastos de 1860 los llevó un experimentado mayordomo llamado Domingo Arce. Debió haber sido un hombre escrupuloso porque jerarquiza el gasto a partir del plato fuerte hasta las minucias; anota incluso los nombres de las cocineras y mozos.

Esta es la variedad cárnica de la compra diaria: res, puerco, jamón, longaniza, venado, carnero, gallina, pollo, conejo y gran variedad de vegetales. Puede uno imaginar que la “olla podrida” estaría presente, pues todos estos son sus ingredientes. El pescado es otra presencia cotidiana, aunque no especifica sus clases. Rara vez se compra una “botija de aceite” que acumula en este cuaderno un importe total de 38 reales frente al consumo de manteca que alcanzó los 209 reales y medio; el gasto de frijoles será de 1 real diario. Ingredientes clave del sabor de la cocina francesa como la pimienta y la mantequilla tienen una presencia más bien anecdótica en este cuaderno. Hacia las páginas finales aparece la compra de cajas de “vinos de Burdeos” aunque le antecede la de Jerez...



Doña Margarita Maza, cuando joven.
Fuente: https://www.pinterest.com/benitojuarezfun/
Fundación Familia Benito Juárez.


Mientras tanto, pese a poder tener al alcance y de buena calidad el consumo de mariscos aquellos no seducen ni a Juárez, ni a sus liberales, ni a doña Margarita. Sin embargo las arcas nacionales encenderán sus focos rojos en tres rubros curiosos: panes y leche, nieves y helados y frutas tropicales, cuyo consumo en conjunto llega a 644 reales, en números redondeados.

¿Qué explicación puede haber de ello si en chiles sólo gastaron poco más de 16 reales en el mismo periodo? Por un lado tenemos el calor de Veracruz que se vuelve infernal en mayo. Por otro, la llegada de sus hijos y el nuevo embarazo de doña Margarita. Reunidos todos juntos tras meses de destierros y saltimbanquis, los niños Juárez Maza y su mamá debieron haber resentido el malsano clima veracruzano y para atenuarlo nada mejor que estar tome y tome nieves y helados, mitad como antojo y mitad como recomendación médica... El consumo constante de chocolate, leche, panes de capricho, de huevo y regañadas, sí parece sugerir la plena felicidad familiar.

El mayordomo registró la compra de flores y géneros de Brabante, Alemanisco y Puntiví para manteles, telas todas de innegable arraigo novohispano y, además, alpiste... Me inclino a pensar que la presencia de doña Margarita y los niños alegró el austero comedor del señor Juárez, y creo que no estaría muy equivocado si imaginara que le adornó con jaulas de pájaros para que con sus trinos y gorjeos llenaran de vida las horas amargas de la guerra. A los Juárez Maza aún les faltaba enfrentar muchos otros infortunios. Por mi parte creo adivinar en el desglose de estos ingredientes ya algún malestar en doña Margarita que le obligaba a no consumir irritantes y preferir las dietas blandas. Por eso no aparecen ingredientes para pipianes, manchamanteles ni amarillos. Ningún mole, ni frituras, pudo haberse hecho en tal cocina.



Niños Juárez Maza.
Fuente: https://www.pinterest.com/benitojuarezfun/
Fundación familia Benito Juárez.


Cuenta de gastos de cocina y mesa. 

Ciudad de México 1870-1872.

En estas páginas ya podemos ver la letra de Juárez llevando él personalmente su registro de gastos a partir de julio de 1870.

El Presidente de la República ha restaurado la república. Su imagen de estadista crece en el mundo, pero las arcas nacionales están en ruinas. No han terminado para él los problemas. En su mesa quieren comer docenas de patriotas que sienten merecer los laureles del triunfo militar y político. Delante de su silla de presidente aguarda en tropel una cola larga larga de suspirantes que, como publicaron los caricaturistas de la época, se pican los ojos, se ponen zancadillas entre sí y echan en cara su pueblerinez.

Ser liberal, masón o general no será suficiente para alcanzar la gran silla. Hay que mostrarse civilizado, así se esté frente a un pelotón de fusilamiento. El comedor es el único sitio donde será posible desenmascarar a los impostores. “Hay gentes que comen y gentes que tragan...” sentencia el hombre de todas las confianzas de don Benito. La silla presidencial pone al alcance de su huésped no platos, sino la nación entera. Por eso no puede ser para cualquiera. Don Sebastián Lerdo de Tejada y Corral suelta en sus “Memorias” estas amargas sentencias contra otro oaxaqueño que pujaba por desbancarlo: “Un general tuxtepecano y evolucionista, encontrará anodino el más delicado de los platillos franceses; pero dándole mole, frijoles y pulque asimilaréis su nutrición a su educación para seguir la frase de Brillat-Savarin”... en otras palabras llanas la cita: “Dime qué comes y te diré quién eres”... y luego confesaba: “Sí, yo he amado, yo amo aun ese estruendo de vajilla: esas espumosas olas de champagne que mueren en el palpitante labio […] Sí, yo rendí culto a Epicuro, al delicado Epicuro...”. (p.14-15.) Quien esto escribe asumiría la silla vacía a la muerte de don Benito.

El “fuego amigo” aturula al presidente Juárez y quizás para abstraerse de tanta grilla palaciega, se aparta un momento de su magistratura y controla sus gastos. Su letra es apretada y generaliza.
La razón de ello es, no me queda duda, el estado de salud de doña Margarita. La esposa del Presidente ha preferido irse a su casa de San Cosme –ciudad de México– donde se distrae cultivando flores y hortalizas, en las que seguramente busca alivio a sus añejos males estomacales.



Letra de don Benito Juárez, en 1870,
tomada del libro publicado.


En diciembre de 1870 anota el Presidente Juárez que destinó 31 reales para comprar cognac y aceite. En ese mismo mes compra jerez y vino dos veces más. Se acercan la navidad y el año nuevo que pasarán a ser parte de los días más tristes de su vida, pues doña Margarita fallece el 2 de enero de 1871, consumida por las diarreas que le ocasiona lo que se cree sería un cáncer de estómago.

La pluma del anciano calla cien días. Me atrevo a pensar que hijas y yernos se preocupan del decaimiento del hombre.

Sin ninguna explicación aparece anotado el 7 abril de 1871 que los sirvientes de su cocina y mesa fueron “cesados todos en el servicio”. Tres días después escribe: “Cambio de mayordomo, cocinero y demás criados”...

Una crisis en su comedor le hace dar este giro inusual en su austeridad. ¿Qué busca? ¿Acaso la nueva y fulgurante cocina francesa, por fin? ¿Qué no le gustó de su anterior personal? En la lista de ingredientes no es fácil entender las causas de tan escueta que está.

Su cocinero anterior le costaba 35 reales. El nuevo 80. Tenía un mesero por 12, ahora tiene dos de a 16 reales cada uno. Su mayordomo cobraba 30 reales al mes. Ahora tiene uno que es a la vez cocinero. Este cambio dramático eleva su gasto a 121 reales lo que antes valía 87... Inmediatamente abajo anota sus compras de “Vino Burdeos” y “Vino Jerez” (p.150) Los pedidos de ambos licores son regulares. No está bebiendo una sola copa de más, es simplemente que el hombre halla disfrute en los aromas, sabores y tintes de bebidas que han sido criadas para su disfrute espiritual, si se beben con moderación, como es el caso de Juárez. Quizás más lo varones que las mujeres, sabemos lo que un primer trago puede hacer en nuestro ánimo, cómo reconforta al alma y estimula el cerebro, cómo desafía al paladar. En una palabra cómo lleva al sol, al tiempo y a la mineral tierra al rescate del ánima sola de un hombre apesadumbrado.
El siguiente año será aun más escueto. En julio anota la compra del viernes 12 por su última caja de Burdeos, más otras cifras sueltas. Le sobra mucha página y algo de jerez y otro poco de cognac comprados desde abril y junio pasados, respectivamente.

El Coloso de Guelatao se apaga. El profesor Carlitos Pérez Velasco tituló así su biografía del Patricio, en la que alcanzó 4 ediciones. El título de la ilustración de portada en este libro pone una “g” en lugar de la “c”, lo que a primera vista podría pensarse como calculada irreverencia, cosa que sí es en el fondo, dada la personalidad del autor Francisco Toledo. Sin embargo el artista sabe mirar más allá de lo que el común de los mortales hacemos. En mi opinión, dicha interpretación artística no hace sino confirmarnos la correspondencia mineral de Juárez con su suelo, valga decir patria si es que debemos tomar como tal en primer lugar el territorio en donde el hombre es libre y tiene leyes y en consecuencia el espacio donde siembra y cosecha para su supervivencia y disfrute.


Ilustración de portada titulada "El Goloso de Guelatao"
por Francisco Toledo.


LA COMIDA COMO EVOCACIÓN.

Viene esto a colación por la última caligrafía de nuestro Rector Supremo. El indio viejo que es, intuye que ha llegado la hora. Su letra denota cierta expansión. Si sus renglones anteriores terminaban inclinados hacia abajo, ahora apuntan rectos, firmes y con cierto impulso positivo al final. Hay lugar para un poco de vanagloria. Ha aguantado vara. Ha amado, bailado, fumado. También ha estado en prisión. Los caricaturistas le han puesto como camote. Ha tenido que huir más de una vez. Por poco lo matan... Ha sepultado esposa e hijos... Ha fusilado a un emperador... En una palabra: ha conocido a los hombres de su tiempo, los más brillantes y los más canallas... ¿Qué más puede desear un coloso o un goloso?

En mi opinión sólo una cosa: evocar...

“Julio 16 lunes” tituló Juárez a modo de testamento gastronómico la última página del cuaderno más íntimo e ínfimo. Esto comió:

“Vinos: media copa de Jerez, Burdeos, pulque, sopa [de] tallarines, huevos fritos, arroz, salsa picante de chiltepiquín, bistek, frijoles, fruta y café. Entre una y dos de la tarde. En la noche a las nueve una copa de rompope. Copa chica.”



Testamento gastronómico de don Benito Juárez, 
del 16 de julio de 1872


El cocinero mayordomo debió haberse cuadrado al capricho ecléctico de su patrón con tal de levantarle el ánimo. Por primera vez volverá a aparecer glorioso el pulque en una mesa de Palacio Nacional, porque el virrey Marqués de Mancera había expulsado en 1671 brebaje, pulquerías y briagos a los extremos de la periferia de la muy Noble y Leal ciudad de México.

Media copa de jerez español... El de tipo amontillado es canónico para abrir boca. Seco y maderoso, echa a volar las papilas ordenándole al cerebro que mande al estómago regocijarse en sus jugos. Hasta el más inapetente se sentiría como un resorte tensado presto a comerse la aromática sopa de tallarines. La receta del “caldo gordo para sopas” en el siglo XIX era la siguiente: “Echadas en una olla cuatro o seis libras de vaca, una cabeza de carnero, dieciséis o veinte cuartillos de agua y la sal suficiente, espúmese la olla, y después de espumada, agréguese una gallina bien limpia, tres zanahorias, tres nabos, cuatro puerros, dos cebollas, todo partido por mitad y un manojito de perejil dejándolo hervir todo lo menos ocho horas, cebando el caldo cuando haya consumido mucho, se apartará y con él se formarán las mejores sopas” (p.23 de El cocinero mejicano. Refundido y considerablemente aumentado en esta segunda edición. Tomo I. Méjico. Imprenta de Galván, a cargo de Mariano Arévalo, calle de Cadena Num. 2. 1834).



Ilustración del libro presentado.

Luego viene el vino tinto Burdeos, según el orden confesado por Juárez. En una nota de agosto de 1870 nos ha regalado la alcurnia de su predilección: “vino Lafite”. Se trata de una famosísima marca que domina aun hoy en día en las cortes del mundo. México, que venció a los franceses el 5 de mayo, no será opondrá resistencia para el arribo de esta gran caldo. El vino de la región de Bordeaux, criado en el Chateau Laffite, junto con el cognac y la champagne, equivaldrán a la santísima trinidad del ilustrado decimonónico, liberal o conservador, pío o ateo.



Pero si algo debe llamar la atención es por qué Juárez elevó a su mesa ambas majestades: el burdeos y el pulque... Ya escuchamos el desliz clasista del hombre de confianza de don Benito, el invicto solterón don Sebastián Lerdo de Tejada y Corral... Estoy cien por ciento seguro que a esta última comida no fue requerido por el Patricio, pues o entraba el pulque o entraba don Sebas...



Detalle de una famosa obra del pintor barroco español Diego Velazquez,
donde pinta a una mujer preparando unos huevos fritos en manteca...
Fuente: VELÁZQUEZ_-_Vieja_friendo_huevos_(National_Galleries_of_Scotland,_1618._Óleo_sobre_lienzo,_100.5_x_119.5_cm). Wikipedia.

Los huevos estrellados sobre el arroz siguen siendo un clásico de la comida de fonda. Tan arraigados en el menú popular son que han sobrevivido siglos en nuestra mesa, casi intactos. Como sea, leer que don Benito eligió este platillo nos recuerda nuestro gusto por la sabrosa aunque satanizada fritanga.



Receta del "Cocinero Mejicano".
Imprenta de Galván, México, 1834.

La salsa picante de chiltepiquín, que en Oaxaca llamamos simplemente piquín, no aparecería ni como errata en un menú popof de Lerdo de Tejada y sucesores... Si algo impera en las salsas francesas es que no se atreven a irritar al paladar, pues temerían estropear el banquete entero. Complejas, espesas y hermosas, las salsas francesas contrastan con la sencillez, colorido y alharaca de una salsa picante mexicana. Juárez eligió yuxtaponer sensaciones contrastantes, pícaras en la lengua y festivas para el paladar, al revés de la sutileza y los terciopelos palatales de París o Viena.


Detalle del chile guajillo, huevos y ajo con almírez, de la misma obra del enigmático maestro andaluz del periodo barroco.
Fuente: VELÁZQUEZ_-_Vieja_friendo_huevos_(National_Galleries_of_Scotland,_1618._Óleo_sobre_lienzo,_100.5_x_119.5_cm) Wikipedia


El gusto francés de la época ha reducido los sabores a un ejercicio intelectual codificado en extremo. Alejados de Dios, significa que sus chefs ha dominado el huerto y la granja del mítico Edén, nada más que con mantequillas clarificadas, harinas y una extensa coreografía entre platillos y bebidas. Para el mexicano, el catecismo gastronómico es distinto. Su paladar y sus costumbres, entre las que se encuentra aquel sazonador magnífico que es el hambre en grado permanente, le hace preferir los amancebamientos a los maridajes, el chisporroteo al susurro, el desmadre a la etiqueta de archiduques... Así, con jolgorios barrocos se fue forjando la cocina mexicana y así la celebró Juárez.



Receta del bistec en "El Cocinero Mejicano"
Imprenta de Galván. México, 1834.


Además iba su gula en pos del bistek asado al carbón y enseguida de los frijoles, de suyo el terciopelo del paladar del pobre y del rico también, a poco no. La carne es el plato fuerte en este oficio servido en Palacio Nacional. No dudo que don Benito hubiera ahorrado un último trago de Bordeaux antes de atacar su porción y aunque no se menciona si hubo pan o tortillas me inclino por estas últimas pues no veo cómo encajarían con la salsa, el arroz, los frijoles y menos con el pulque.


El pulque y sus ventajas, en el "Manual de Cocina Michoacana", 
de doña Vicenta Torres de Rubio. Tomada de la edición de 1896.
Fuente: Edición facsimilar por la Fundación Herdez A.C. y Gobierno del Estado de Michoacán. Morelia, 2004.


¿Pulque? Me consta que al Doctor Carlos Sánchez Silva, a quien debemos este libro maravilloso, le ha preocupado sobremanera este concepto en la última mesa del Presidente Juárez. No olvidemos que estamos en el siglo XIX y tampoco que esto está sucediendo en la ciudad de México. La cocinera michoacana doña Vicenta Torres de Rubio, famosa por su recetario de 1896 titulado “Manual de Cocina Michoacana” escribió al respecto: “El pulque es la bebida popular y más apreciada en toda la República; pero debemos advertir que, en donde tiene mayor consumo y se halla de magníficas condiciones, es en la capital de México” (p. 740 Manual de Cocina Michoacana, 1896. Edición facsimilar. Grupo Herdez y Gobierno de Michoacán, 2004).

Abundó sobre el mismo pulque así: “En la actualidad, muchas de las plazas interiores de la República que gozan de los beneficios de las líneas férreas, tienen, diariamente, los exquisitos pulques de los llanos de Apam [Hidalgo] y de otras fincas surtidoras, y no cabe duda que este licor es uno de tantos recursos con los cuales se recobran las fuerzas y se adquiere el apetito”. (p. 741)

Por mi parte no noto ningún disparate ni herejía gastronómica en la conferencia que sostuvieron el Bordeaux y el pulque en la mesa del Patricio. Lo que sigue no debo decirlo, pero lo haré de todas maneras. Aunque suene a pavoneo debo confesar que desperdicié algunos meses de mi modesta vida yéndome a vivir sin oficio ni beneficio a Francia, a la región del vino Beaujolais. Quiso mi buena fortuna entonces que me adoptara la familia Laurent-Jonard en un pueblo llamado San Juan de las Viñas. Allí fui elegido discípulo del patriarca y como tal aquel gourmand se echó encima la grave responsabilidad de ponerme al corriente en materia de burdeos, beaujolais, coñaques y champanes.



Dos orgullosos bebedores de pulque. 
Solo la cocina mestiza popular puede identificarse con su consumo
desde tiempos novohispanos.


No viniera a cuento esto si no es porque aprendí en la práctica que los alcoholes tienen un anhelo expresivo que se desdobla ante la nariz y paladar del bebedor ilustrado: ¡Tierra... Sí, campo, campiña! A eso huelen el Burdeos y a eso también el pulque. Los aromas de un lomerío sobre el que la llovizna ha acabado de pasar su lengua, las fragancias de la floresta alborotada deben ser reconocidas y apreciadas tanto por aquel que tiene una copa de Burdeos en la mano como aquel que sostiene un vaso de pulque. Es el primer paso. Enseguida el sabor ligeramente a tierra húmeda, entre más acentuado esté mejor será. Un regusto vegetal de miel y flores fermentadas en grado muy etéreo, hacen del pulque un compañero ideal de la carne, la salsa picosa y los frijoles. ¿Pudo Juárez haber sido ajeno a esta yuxtaposición si anduvo huyendo no por palacios ni haciendas sino por vastas regiones pulqueras del país, bajo la lluvia y bajo el inclemente sol? Creo que no.

Tanto en el mercado de Tlacolula como en el de Nochixtlán, puede el gastrófilo actual constatar la buena rima que hace con las barbacoas, las tortillas de trigo y las salsas picosas, cuando el pulque tierno está más cerca de una cerveza inédita que de un flemático atole.

¿Creme chantilly, sacher torte para el postre? Para nada. Juárez gustaba de los mangos, los plátanos y los mameyes. No especifica cuál fruta comió pero julio es temporada también de piña, tuna y sandía... Pudo ser melón, que en Veracruz consumían a pasto en la mesa presidencial.

El remate de un menú digno de fin del mundo y éticamente impecable fue el café. De Coatepec, simplemente. El aromático, todo mundo lo sabe, es poesía. En una buena comida, atrae en tropel a las musas dispersas. Además nada de eso reñía con su preceptiva masónica.

En ese sentido, en la ilustración de portada podemos ver a Juárez comiendo la magra carne de un pez lítico. El artista aprovechó la geología prehistórica para decirnos que Juárez estaba unido por necesidad y gusto al fondo de la tierra, profundo polvo que le guarda.


Don Benito, en un retrato de la época...
Fuente: https://www.pinterest.com/benitojuarezfun/
Fundación Familia Benito Juárez.




CONCLUSIÓN:

El eterno tábano de México, desde tiempos de la Nueva España, ha sido nuestra obsesión por la modernidad. Su cocina y mesa han sido un espejo de aquella neurosis del estado nacional.

El progresivo afrancesamiento de la mesa nacional llegaría a borrar su identidad. Para el Centenario festejó el presidente Porfirio Diaz, aquel que solo comía frijoles según le desenmascaró Lerdo de Tejada, “Piramide d´ecrevisses a la moderne” (cangrejos a la moderna)... La mesa mestiza, como siempre, se refugió en el gusto popular. Es curioso pero tras la lectura de este libro me percato que la mesa de don Benito fue la última que ondeó en Palacio Nacional con aquel arraigo mestizo y barroco. Tras su muerte, el presidente interino Lerdo de Tejada fue lo primero que desterró y no volverían los frijoles ni el rompope a la mesa presidencial hasta los años de 1970, quizás...

En su último banquete Juárez hizo derroche de su identidad mestiza. Sin complejos.

Se despidió del mundo gozando airosamente su identidad gastronómico-popular. Nos dejó para su estudio el detalle de platillos, bebidas y sus principios éticos, cristianos en el fondo... Fue barroco en la mesa, cosmopolita en la bebida y en la voluntad estoico. Creo que estos elementos aún salpican a nuestra cocina de pueblo.

Era el 16 de julio de 1872, después de las nueve de la noche. Quizás ya había vuelto de su caminata alrededor de algunas calles del zócalo. La vida se le escapaba y lo intuía. Ya no haría ninguna otra anotación sobre su mesa y el 17 y 18 se le irían en un malestar en ascenso y fatal. Sin embargo nos dejó la apostilla ya citada: de rompope “copa chica”...

La vida le regateó manjares, pero cuando pudo gozarlos su ética le advirtió cómo, porque eligió duplicar el placer conteniéndolo. Domina tus pasiones y hallarás felicidad y libertad, parecería haber recordado... Una copa del barroco rompope, pero a la mitad... Su voluntad de estoico triunfante frente a la tentación de obispos golosos pudo haber sido la mano que dibujó aquella aclaración última. El famoso “Manual de Cocina Michoacana” de doña Vicenta Torres de Rubio (1896) nos da razón del lujo que llegó a ser el rompope. Cito su libro: “...Consiste en la yema de huevo, leche, azúcar, cognac o catalán, canela en rajas, nuez moscada, clavo especia, y cortezas de frutas”... (p. 734) De todo este garigoleo copa chica... El refinamiento de Juárez habitaba más en su espíritu que en su paladar. “Los hombres no son nada. Los principios lo son todo”, escribió... Me pregunto si el viejo masón pretendía con su cena de las nueve de la noche y a la luz de su vela tan solo despertar una evocación por el padre Salanueva y los años en que conoció los libros y aprendió a leerlos por aquel...



La receta de doña Vicenta T. Rubio, 1896.
Fuente: Edición facsimilar por la Fundación Herdez A.C. y Gobierno del Estado de Michoacán. Morelia, 2004.



No hay registros en los cuadernos de que hubiera pagado por rompope, así que deduzco fue hecho en casa para darle gusto. ¿Fue su cocinero mayordomo?...

La tradición grecolatina que recibió en este mismo edificio donde hoy presentamos este libro, debió haberle enseñado no solo la elocuencia de Cicerón sino los principios de Séneca y la escuela estoica, una de cuyas máximas se ve reflejada en aquella línea que sentencia: domina tus pasiones y hallarás felicidad y libertad.

Así pues, aquella copita que hubiera sido para un obispo novohispano muestra de pichicatez, para el señor Juárez se convierte en un hecho ético, un grano de arena en el corpus moral del más intachable de cuantos han ocupado la presidencia de este país. No desprecia el placer un hombre virtuoso, pero tampoco deja que le domine la tentación. Allí es donde la felicidad material rinde frutos en el espíritu. Juárez lo sabe de sobra. A lo largo de su vida ha conocido el infortunio una y otra vez. El estoicismo lo ha mantenido vigoroso y le ha nutrido la voluntad... En efecto, perseveró en él su sencillez, principio expresado hoy en día en la voz popular con el dicho: “de lo bueno poco”...

Claudio Sánchez Islas.
Oaxaca, Oax. 25 de marzo de 2015



Caruso y la Bezanzoni tomando pulque (¿curado de tuna?...)
cuando conocieron Xochimilco, en la ciudad de México.
Fuente: https://www.pinterest.com/pin/472878029596766628/

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